El verano fue amable conmigo, me miraba al espejo y veía mi reflejo, ausente en los últimos años, parecía que una década después volvía a ser mi año.
Uno de sus mejores regalos fue haberte conocido, mi querido sociopata entraste por mis pupilas pasando
desapercibido para darte la bienvenida.
Te metiste hasta mis huesos y que grata llegada a mi vida, te conserve en mi mente y fotografié tus mejores sonrisas, grabe tu voz en mi memoria.
Te pienso a mi lado, siempre ayudándome y mostrándome la ternura inmensa de tu persona, tu trato con los demás me llevo a respetarte y a admirarte cada día que pasaba. Suspiraba y respiraba tus palabras, te escuchaba cantar y de repente ambos lo estábamos haciendo. Te convertiste en mi persona favorita, me enamore de tu nombre, de tu calidez, adore tus abrazos, tu mirada misteriosa y tu sonrisa conspiradora.
Tu ausencia me colmo el alma, dejaste todo en puntos suspensivos y sin respuesta a mis demandas. Quise borrarte de una u otra manera, pero era imposible borrar ese ser tan hermoso que encontraba en ti, que me hacia caer a sus pies con solo pedirlo, sin dejar de recordarte desde tu partida. Te plasme en una de mis pinturas, para recordarme que aun te quería y cuanto te echaba de menos.
Bendigo aquel domingo cuando desde lejos no pude evitar desear correr y abrazarte como nunca, sentir el calor de tus brazos. Pero calme mis ansias, lleve a cabo el protocolo de esa amistad, actué como si nada y vaya que ese día fue la mejor cita que tuve en muchos años.
Ese día jugamos de nuevo el juego de los despistados y me hiciste una triunfadora cuando al final acariciaste apenas mi cabello y rosaste tus labios con los míos. Pude rechazarte el beso pero eso habría sido un pecado, habría rechazado un oasis por el infierno, no pude dejar ir esa miel de ternura que desemboco en muchos besos impregnados de abrazos. Sin dejar de besarnos, que rico es pensarte y revivir esos momentos aun que no te vea ahora, siempre estas...
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