
Miradas prejuiciosas,
hambre en la boca
sedienta de bocado.
Piedras en los zapatos,
ardor en los brazos,
calor del cansancio y
humeante dolor en los labios.
Lamento encerrado,
orgullo pisoteado,
corazon moribundo
en espinas lacerantes.
Se sumia en la busqueda,
su busqueda, borrando
las hojas de otoño en verano.
Gemia la perdida, su propia perdida,
no se encontraba, sabia lo que amaba
pero no lo que anhelaba.
Pensaba limpiar su errores con el
sudor de su frente, el cansancio de su pecho,
el aliento fragmentado y las manos ensordecidas.
Cualquier sabor en su boca,
persistia como el hedor de su apetito,
como el vino en su maxima persistencia
al gusto.
El brillo de sus ojos ante el sustento,
falta de el en algunos ayunos,
la gloria de simplemente
llenar el buche con fervor.
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